miércoles, 24 de agosto de 2011

Un grave problema en Colombia

El Gobierno Colombiano reconoce que no tiene recursos para prestar atención especializada a las personas que consumen droga.

Son 300 mil las personas en Colombia catalogadas como consumidoras problemáticas de droga. Adictas. Si el Gobierno se trazara la meta de brindarles tratamiento especializado a cada una de ellas, necesitaría invertir mínimo $900 mil millones cada mes. Esas son las cuentas que hace Augusto Pérez Gómez, director de la corporación Nuevos Rumbos: “la mensualidad en una institución de gran nivel cuesta $5 millones. Pero no nos vayamos tan lejos y hagamos el cálculo con $3 millones. El tratamiento tendría que ser por lo menos durante 90 días. Entonces cada persona costaría $9 millones. Además, hay que tener en cuenta que el 75% de quienes tienen problemas con drogas recaen después del tratamiento, no sólo una, sino son dos, tres y cuatro veces. ¿Qué gobierno podría pagar esto? Al menos en Colombia es imposible”.

Y sí, es imposible. Lo reconoce Aldemar Parra, coordinador del programa del Ministerio de la Protección Social contra la adicción a las drogas. “Si esas 300 mil personas tuvieran la voluntad de empezar un tratamiento y decidieran autónomamente que quieren recibir los respectivos servicios de salud, el país no tendría cómo responderles: no tenemos ni el número de profesionales especializados ni las instituciones para cubrir esa demanda. Además, generaría enormes problemas financieros”. Entonces, como definitivamente las finanzas no alcanzan para cubrir tratamientos, el Gobierno ha optado por trabajar “con enfoques más centrados en detección temprana”.

Lo que significa —en palabras de Parra— que está concentrando sus esfuerzos en las instituciones educativas, en proveerlas de conocimiento y herramientas para identificar el consumo a tiempo, cuando los esfuerzos y los tratamientos no significan miles de millones de pesos. Y eligieron los colegios porque es allí donde la gran mayoría de los consumidores empieza liando un cigarro de marihuana, o haciendo la prueba con un poco de alcohol; y años después, lo que antes era un acto ocasional, se vuelve hábito. Parra lanza un dato más para justificar esta decisión del Gobierno: la edad promedio de iniciación en las drogas en Colombia son los 13 años.

Así está encaminada la política pública para la lucha contra el consumo de drogas. La misma que empezó a ser construida en 2006 y que ha permitido, por ejemplo, hacer una radiografía de esta problemática en el país (con la publicación del Estudio Nacional de Consumo en 2008) y contar con la cooperación de otros países que también están dando la misma pelea.

La misma que Augusto Pérez, de Nuevos Rumbos, cuestiona abiertamente. Con sentencias como esta: “El sistema de salud colombiano no atiende de ninguna manera a las personas con dificultades de consumo de drogas y la razón es muy simple: la oferta de servicios es ínfima en comparación con las necesidades. Hay un abandono total. En lugar de crear toda un estructura preventiva, los esfuerzos gubernamentales se han centrado en penalizar el consumo de droga, lo que agrava el problema”.

Claramente Parra controvierte esta acusación. Reitera que la política pública actual es la primera en la historia del país para luchar contra el consumo. Reconoce que durante décadas los esfuerzos de los gobiernos se han concentrado en la producción y la comercialización de drogas. Y el consumo ha quedado a un lado, relegado. “Obviamente entre más se demore un país en dar respuesta a un problema, va a tener que gastar más en resolverlo. Hemos llegado a 300 mil personas porque hemos actuado tarde, porque el país no ha tenido una política clara”.

¿A dónde tendría que acudir un farmacodependiente? ¿Es posible acceder a un tratamiento contra la adicción en Colombia? El Plan Obligatorio de Salud (POS) incluye hoy, en los planes contributivo y subsidiado, y hasta los 18 años, el proceso de desintoxicación. También psicoterapia para la persona en problemas y su familia. Y otros servicios que el mismo Gobierno reconoce son limitados. La meta es que para diciembre, cuando se espera sea publicado el nuevo POS actualizado, esté definida una guía de atención con procedimientos clínicos, terapias y medicamentos más específicos, más precisos.

Sin embargo, otros factores juegan en contra de las buenas intenciones del Gobierno. “El consumo en jóvenes sigue en aumento. Y hay otro problema —afirma Miguel Cote, psiquiatra de la Universidad Nacional—: a los muchachos los atienden, cuando son menores de edad, cobijados por los padres; o cuando son mayores de edad y aportan al sistema de salud. Pero si no trabajan ni estudian, quedan desprotegidos. Y gran parte de los consumidores son personas en estas circunstancias”.

El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés) ha realizado estudios para crear vacunas y medicamentos que detengan la adicción a sustancias como la nicotina, la cocaína y los opiáceos. Dicha vacuna disminuye el placer que produce la droga y no permite que llegue al cerebro. “El problema es que estas vacunas son muy costosas, porque el desarrollo tecnológico implica un costo exorbitante por medicamento. Además, sería para casos tardíos y casi terminales”, dice Cote. En Colombia, según Cote, los tratamientos contra las adicciones son muy especializados y eso hace que el acceso sea menor.

Pocas veces, recuerda el experto, un adicto se presenta por voluntad en un consultorio. Llegan por otras circunstancias: un accidente, un robo, un desmayo. Algunos parecen sanos, otros tienen en la piel la geografía de la droga. Ya es, en todo caso, tarde. De modo que, cuando entran en un tratamiento, los adictos ya llevan varios años consumiendo y las consecuencias psicológicas y neurológicas pueden ser profundas. Y es entonces cuando el paciente es desintoxicado y comienza un proceso lento de reinserción, de evaluación social. “La estrategia tendría que ser una intervención precoz —dice Cote—, que trabaja más sobre estilos de vida y promoción de la salud. No podemos volvernos medicina reparadora”.

Si bien los avances científicos aportan, no es suficiente. “El problema es cuando la persona pone la droga en su propia manera de ser —señala Cote—, cuando usted es drogadicto y no es nada más. Eso es mucho más complicado. Quitarle a usted lo drogadicto y quedar en nada”.

Fuente: El Espectador de Colombia

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