jueves, 27 de octubre de 2011

El amor al BlackBerry: una adicción que crece


Julieta, de 22 años, hace 3 meses que tiene su BlackBerry pero ya lo necesita como si fuera parte de su cuerpo, una prolongación de su mano. "Me lo compré porque todos mis amigos lo tenían y era una manera de pertenecer, de comunicarme con el chat y las redes sociales. También me convenció poder chequear mails todo el tiempo porque estoy mucho en la calle", cuenta y el teléfono baila en su mano, lo mira, lo toca casi por instinto. Parece querer certificar que el aparato está vivo.
Es tanta la costumbre de mirar el teléfono que, aunque esté frente a su computadora en el trabajo, responde mails desde el BlackBerry, porque ahí los ve más rápido, dice. "Ahora que lo pienso es bastante loco. Pero me pasa así: me es más cómodo usar el teléfono que entrar por la compu aunque esté prendida".
Como ella, según datos de la consultora Carrier y Asociados, un millón de argentinos usan este teléfono inteligente (o smartphone) que, a diferencia de los demás celulares, permite chatear, mandar e-mails y navegar de manera ilimitada por un precio "razonable".
¿Cuál es el límite entre usar y abusar de estos aparatos que los especialistas señalan como altamente adictivos? En EE.UU. ya lo bautizaron como Crackberry la adicción a este teléfono inteligente: se considera "maniáticos" a quienes revisan sus mensajes más de 400 veces al día y si no lo tienen encima padecen síndrome de abstinencia, que se traduce en irritabilidad, desbordes, insomnio y ataques de ansiedad.
Mariela mira su celular. "¿En qué estábamos? ¡Ah!" Sigue: "Es como un vicio". La dependencia fue progresiva: primero lo tuvo por el chat gratis con amigos, luego por los mails personales, más Facebook, más Twitter ilimitados, después por los mails laborales y así, cuando se quiso acordar, el celular de Mariela se convirtió en el sitio donde condensa "toda" su información personal. "Soy teléfono-dependiente. Lo extraño cuando no lo tengo cerca.
¿Se puede querer a un objeto? "Sí, puede despertar una forma de amor", afirma a LA NACION el jefe de la Clínica de Adicciones del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), el psiquiatra Pablo Simone. Explica que se trata de una dependencia afectiva porque se idealiza un objeto: "Tiene un potencial adictivo muy fuerte por la inmediatez que ofrece. Además, porque es un aparato que nos comunica y no replantea, no señala una falta, no nos confronta con nosotros". Y apunta, irónico: "Simplemente nos conecta rápido con otros, nos obedece".
La coordinadora del Centro de Asistencia, Capacitación e Investigación de Socioadicciones (Cacis), Alejandra Cattán, explica a LA NACION que la hiperconexión exagera la comunicación virtual a costa de los vínculos presenciales. "En definitiva, contrariamente a estar más socializado, se está más aislado porque se pierde la comunicación esencial", dice la médica psiquiatra.
El tratamiento más utilizado para superar esta adición es la rehabilitación cognitiva, una terapia (cognitiva-conductual) que requiere varias sesiones semanales y que trabaja con los pacientes para volver a conectarlos con otras cosas por fuera de la tecnología. "Tuvimos pacientes extremos que necesitaron internación", comenta el psiquiatra del área Adicciones de Ineco. Estos son los menos y se caracterizan por vivir en función de la tecnología al límite de perder noción de la realidad.
Su colega, la psiquiatra Cattán agrega: "Comparte el mismo circuito de recompensa neurobiológico que cualquier adicción, sólo que no produce daños neurológicos u orgánicos manifiestos, como sí ocurre con el consumo de alcohol o drogas". Y agrega que "lo que sí producen su uso crónico indiscriminado son trastornos de atención, ansiedad, irritabilidad, tensión, aceleración, poca tolerancia a la espera, que se exacerba cuando el objeto no está; entonces, aparece cierta abstinencia y más ansiedad por la falta del objeto". Un círculo vicioso típico.
La especialista invita a observar la actitud de quien lleva todo el tiempo el teléfono en la mano. Tiene mucha tensión, mueve de manera indiscriminada el pie, la pierna y la actitud corporal también es de contracción mientras manipula apresurado las teclas, enumera.

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